Coleccionar bolígrafos

29.04.2019

Desde hace años colecciono bolígrafos. Comencé por casualidad. Lo hice porque me gustaba el que utilizaba Don Draper, el protagonista de la serie de televisión Mad Men, para anotar las ideas que acabarían convirtiéndose en anuncios publicitarios. 

Era un bolígrafo retráctil, con la mitad de su cuerpo de plástico rojo y la otra mitad de metal. Un Parker Jotter. Esto no lo supe al verlo, fue internet el que me lo chivó. También en la red encontré información que aseguraba que con ese mismo bolígrafo se habían firmado los armisticios de la II Guerra Mundial o que, mucho más sorprendente, James Bond lo usaba para accionar una bomba a distancia.

Puesto que me gano la vida escribiendo considero que mi colección, aunque modesta, es útil porque me ayuda con mi labor diaria; pero lo cierto es que hasta ayer, domingo 28 de abril, nunca me había parado a pensar en lo importante que puede llegar a ser un objeto aparentemente insignificante, como un simple bolígrafo, cuando todo el mundo lo necesita, pero nadie parece tener uno a mano.

Y es que ayer, mientras el futuro de España se debatía en las urnas, a mí me daban un premio literario en Manzanares el Real.

Conduje hasta allí. Fue un acto breve. Primero actuó el coro del pueblo, formado por dos docenas de jubilados que versionaban temas populares de Rosana o Bustamante y, acto seguido, los premiados recogimos nuestro cheque y dimos las gracias. Después el concejal de cultura nos invitó a abandonar el salón de plenos a toda velocidad puesto que, tras la puerta, se encontraba una pareja de novios con cita para casarse.

Al terminar me senté en una terraza junto a la Plaza del Ayuntamiento y pedí una cerveza y un sándwich de pollo. La camarera que me atendió estuvo un buen rato intentado apuntar mi pedido en una especie de PDA que parecía negarse a funcionar. Entonces se disculpó, regresó dentro y habló con el encargado. Desde el lugar en el que me encontraba pude escuchar su conversación. El sistema se había caído y tendrían que tomar nota de forma arcaica, con una libreta y un bolígrafo.

Esta situación, común en la mayoría de los restaurantes del planeta, les ocasionó un grave problema ya que, debido al sistema informatizado con el que trabajan, nadie parecía tener un bolígrafo a mano. Hasta que una camarera encontró uno en el bolsillo trasero de su falda. Un bolígrafo BIC descapuchado. De haberlo hecho minutos antes no hubiese tenido el menor valor, pero en ese preciso instante parecía como si, en lugar de haber encontrado un tubo de plástico en uno de los bolsillos de su falda, hubiese hallado el Bosón de Higgs.

Bebí mi cerveza, comí mi sándwich de pollo, pagué la cuenta y regresé a Madrid para votar.

En la jornada electoral de ayer participaron algo más de 25 millones de personas. El bloque formado por los dos partidos progresistas o de izquierdas sumó más de 11 millones de votos, por encima del 40% del total, lo que, en caso de producirse un acuerdo entre ambas formaciones, les daría un resultado final de 165 escaños. Por su parte, el bloque formado por los partidos conservadores o de derechas también superó los 11 millones de votos y el 40% del total, por lo que, si lograsen ponerse de acuerdo, podrían llegar a sumar hasta 147 escaños.

La mayoría absoluta que permite gobernar se encuentra establecida en 176 escaños, así que ahora Pedro Sánchez y Pablo Iglesias y Albert Rivera y Pablo Casado andan palmeándose desesperadamente los bolsillos de la chaqueta y del pantalón en busca de un bolígrafo que les permita firmar el contrato que les sitúe en el Palacio de la Moncloa durante los próximos cuatro años.

Pero el bolígrafo no lo tienen ellos. Son otros los que, del mismo modo que hacía la camarera, muestran orgullosos sus pequeños tubos de plásticos descapuchados zarandeándolos de un lado a otro como si estuvieran ondeando una bandera.

Dejando a un lado cualquier debate ideológico; aparcando momentáneamente los gustos personales, las filias y las fobias de cada uno, resulta paradójica esta situación.

El PRC, por ejemplo, ha obtenido alrededor de 50 mil votos, lo que supone un 0,20% del total. COMPROMIS, por su parte, con algo más de 170 mil votos, se quedaría por debajo del 0,70%. Y hasta BILDU, que ha logrado 4 escaños y puede jugar un papel decisivo en la formación del próximo gobierno, ni siquiera representa el 1% del resultado final.

Si probásemos a extrapolar esta situación a cualquier otro ámbito de nuestra vida, no tendría la menor lógica. Imaginemos que una persona tuviese que tomar una importante decisión para su futuro y escuchase las opiniones de sus amigos, vecinos, compañeros de trabajo, familiares... ¿Qué importancia creemos que le daría al consejo de alguien que ni siquiera representa un 1% de su confianza? O imaginemos que una comunidad de vecinos tiene pensado instalar un ascensor y se presentan varias empresas como posibles alternativas, ¿qué peso tendría en la decisión final la empresa que hubiese obtenido el 0,60% de los votos de los propietarios?

Cuando terminé mi cerveza y mi sándwich de pollo la camarera me trajo la cuenta, puesto que el programa informático seguía sin funcionar la había tenido que escribir en un papel usando el bolígrafo BIC descapuchado de su compañera. Todo estaba correcto, salvo la suma de los importes donde había un pequeño error de 13 céntimos a su favor. Pensé en decírselo y solicitar que me los devolviera, pero se trataba de una cantidad tan ínfima que me dio vergüenza hacerlo. Ni siquiera suponía un 2% del precio total.

Me levanté y me marché sin darle mayor importancia al asunto.

Pobre iluso...